La formación y el entrenamiento para la actriz y el actor, como primer requisito, pone el acento en la cuestión orgánica y psíquica para concientizar, luego, las funciones que originan el despliegue de nuestra naturaleza expresiva, así como los factores que la anulan.
Gradualmente, y después de la comprensión de estas funciones, damos paso a los aspectos conceptuales de narrativa y estilo. A medida que esto se comprende y adjunta, apuntamos luego hacia el desarrollo sobre el vasto campo de la creación, contiguo a la variedad de herramientas que el actor y la actriz puede utilizar según sus peculiaridades.
La suficiente práctica va confirmando la posibilidad de adquirir una técnica fluida, precisa y efectiva porque, en la medida que el entrenamiento la mantenga, se avanza hacia la posibilidad invaluable de que los años de trabajo y preparación, funcionen ya como una nueva forma de conocimiento tácito. Es decir que, una habilidad desarrollada paciente y conscientemente, en principio, pueda luego entretejerse en las profundidades de nuestro inconsciente.
La creación es un proceso inconsciente.
Es esta incorporación de procedimientos técnicos bien adquiridos, la que nos asistirá de continuo. Una maestría que se activa seguidamente después de que la actriz o el actor, tras una breve disposición previa, aguarda vacilante su inminente salida a escena.
L.R.